Rodeada está la cama por los facultativos
que contemplan el caso con visible interés,
el jefe del nosocomio les musita al oído
diciéndoles: colegas, nada se puede hacer.
El paciente intranquilo, con la mirada incierta,
en tono suplicante refleja su ansiedad;
por conocer su estado, saber si han de salvarlo,
dice con voz muy queda y vacilante hablar.
Aire…es lo que quiero, sirve para vivir,
es esta tos maldita, que mi pecho agita,
rasgándolo sin cesar, con su acceso
tan terrible, que me hace sangrar.
Sueño… para mis ojos;
cura … para mi mal;
no me lo niegue doctor lo que le pido,
oxigeno… mi vida, oxigeno… por Dios.
Aquel noble bohemio, orgullo de su barrio,
la fe y la esperanza, sustento de su hogar;
rindió caro tributo al ansia incontenible
de prodigar las notas a su suave modular.
Oh, tristes remembranzas invaden mis adentros
al recordar las glorias y sus triunfos de ayer;
de lágrimas sinceras se inundan mis pupilas
recordando al amigo, bohemio noble y fiel.
Dura es la experiencia, triste es el final,
¿de que valen los aplausos, los halagos, mimos
y orgías del placer… si han de convertirse
al cabo, en nuestro padecer?.
Aire…es lo que quiero (etc…)
jueves, 22 de octubre de 2009
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